Poesía cubana: Roly Ávalos Díaz

Leemos poemas de Roly Ávalos Díaz (La Habana, 1988). Poeta, narrador, repentista, corrector, editor, y uno de los directores del grupo RolleX. Licenciado en Comunicación Social. Fundador y egresado de la Cátedra Honorífica de Poesía Improvisada (Universidad de las Artes).

 

Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, del Grupo Ala Décima y de​​ Oralitura Habana. Ha publicado Mundo pañuelo (Guantanamera, 2016), traducido al idioma inglés bajo el título de Small World (Guantanamera, 2018); los​​ plaquettes Voces en off (Grupo Ala Décima, 2019) y​​ El mar es el bar de un par​​ (Ediciones Luminaria, 2019);​​ así como el decimario​​ Boca de lobo​​ (Ediciones Montecallado, Premio de Décima Escrita Francisco Riverón Hernández 2018). Ha recibido varios premios nacionales e internacionales.​​ 

 

 

 

 

Sala de extranjería

 

De no lugar en no lugar paso la vida de las horas muertas

rompo mi pacto con la memoria del polvo

balbuceo el futuro

callo sangre

duermo bocabajo

eructo parábolas

escribo manchas en el espejo

me convierto en mi jefe y me despido.

 

Levanto mi casa en una sala de espera

(cada semana regreso al andén).

 

Debería callar durante siglos

no lamentar bajo la lluvia un roce.​​ 

 

Pero es casi imposible, soy un pez de paso

una pedrada, una hebra de tu cabello​​ 

un salto mortal del estómago.

 

Puedo morir de respirar tu nombre

envejecer de golpe ante tu risa

volverme estepa en alguna montaña

de las que se devoran de un bocado.

 

Me sumerjo en tu boca

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ por ejemplo​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ pero salgo a flote.

 

Hay tantos modos de desmoronarse

como extranjeros en mi soledad.

 

 

 

Río Heráclito

 

Si yo fuese un pez de agua dulce

viviría en el río Heráclito

descubriría a tiempo

que el río es el mismo

que el rostro tiene fases, no la luna

y a veces despertamos para siempre

en ciénagas de cuna anochecida.

 

Si yo no​​ fuese Heráclito, sería un pez.

 

 

 

Pregúntales a tus mayores

 

Pregúntate otra vez qué muerte,​​ qué polvo te tocará,​​ qué dolientes,​​ qué duelo, qué ciprés.​​ Qué ovación o qué escarnio.​​ Qué mausoleo o qué fosa común.

Pregúntales a tus mayores cómo​​ se escriben los epitafios,​​ por qué el ocaso de las flores,​​ cuál fue el pasado de esa luz,​​ ese pedazo de luz filtrándose en la tierra.

Atemos esa luz a menudo imposible​​ y sin embargo sabia.​​ Atemos las manos de la luz.​​ Ahora mismo es el tiempo de la sombra.

Pregúntales por qué, a tus​​ mayores.

 

 

 

Poema 21

 

Pude escribir los versos más tristes esta noche,

cantar bajo la lluvia de septiembre,

nadar las aguas sobrias del otoño,

poblar la noche de pecas de luz,

de puntos suspensivos blancos,

o contar y cantar su reverso:​​ 

los lunares de la​​ nieve.​​ 

​​ 

Pero eché en falta una góndola,

un éxodo de transparentes naves,

acordes tartamudos​​ 

para serenatas decimonónicas,

lirios, eclipses privados,​​ 

la luna aboyada sobre el lago de tus ojos.

 

Pude escribirte los versos más tristes del mundo,

los más​​ desesperados.

Lo juro por la noche.

Quise escribir poemas y salieron pájaros.

 

 

 

Poema para que me llames por teléfono

 

Desde el cielo

te miro con los ojos vidriosos de la noche,

salvándome en tu apuro y en tus espejuelos.

Veo que sales de un palacio con​​ luces de neón,

que te entrevistas con los ojos lascivos de los hombres,

que te hierve en la sangre una pregunta,

que miras tu país como una fotógrafa extranjera,

que el mar sigue batiéndote con furia

​​ contralos arrecifes.

 

Oigo, mientras trueno, tu voz​​ verde claro.

Me da pavor tu risa inmaculada,

envidio tu mortalidad llena de acordes.

Pero créeme:​​ 

odio mi vocación de cielo admonitorio.

 

Y cruzas varias calles​​ 

y los semáforos no te detienen

y entras y sales de las cafeterías

y las tiendas

compras agua​​ y cigarros

y los espejos de los autos detenidos​​ 

preguntan si te acuerdas de ti.

Miras de soslayo:​​ 

las parejas se besan en todas partes,

bebes, y evitas​​ 

el recuerdo húmedo de un sitio

que pertenece a otra nocturnidad,​​ 

fumas, y no se te ocurre,​​ 

ni por​​ un segundo,

que soy el humo o el viento,​​ 

o que podría vivir

esparcido en los millones de estrellas

pero te siguen.

 

Desde mi altura

son imposibles tus presentimientos,

tu caricia a un árbol que se irá por las ramas,

los bosques de madera que te nombran

desde su eco vago y sobrio.

 

No lo sabrás, al menos esta noche.

 

Si entre tú y yo hay espacios en blanco,

seré el portal del cine donde te guareces,

el número que marcas en el móvil,

el cigarro que te quema los dedos,

el último taxi que te devuelve a casa.

 

 

 

Huellas del viento en La Habana

 

El viento fue arrancado de raíz​​ 

pero alguien lo estampó en primera plana.

 

El viento fue arrastrado hacia La Habana

y huyó despavorido del país.

 

El viento se perdió en algún desliz

en alguna tormenta migratoria.

 

(El​​ alzhéimer del viento es la memoria.)​​ 

 

El viento tose ante las hojas secas.

 

Al viento desordénale las pecas

los cabellos y faldas a la Historia. ​​ 

 

 

 

Esta muestra es una colaboración​​ bajo la curaduría de Karel Leyva Ferrer 

 

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